A partir de la desregulación de los controles de precios y de abastecimiento, sumado a apertura total del comercio exterior, la mesa de los hogares argentinos dejará de depender de factores y la administración interna, para quedar a merced de las decisiones de los principales monopolios alimenticios y de las disposiciones de los mercados externos. La volatilidad en el precio de los alimentos es la nueva normalidad en un mundo donde cerca 800 millones de personas viven bajó la línea de indigencia. Los cambios en la oferta, por la vulnerabilidad del clima, y en la demanda –por las tendencias de consumo—son determinantes al fijar el valor de productos esenciales en la Argentina como el maíz y la carne. Con la flexibilización económica quedan en la mira carne, aceites y panificados, cuya demanda externa podría ser infinita y el abastecimiento interno casi nulo.
El Gobierno plantea como única ancla inflacionaria la demanda interna y la apertura comercial podría hacer que ese techo sea tan bajo como para dejar afuera al 80 por ciento de los consumidores internos (37 millones de habitante), que detentan ingresos locales por debajo de la canasta básica y, en moneda dura, menores que los promedios internacionales. El planteo de un esquema de libre oferta y demanda que plantea el presidente libertario Javier Milei se aplica solo en una economía que la literatura en la materia denominaría “cerrada”; es decir, sin acceso al mercado externo. La posibilidad de que el límite a la inflación sea una caída en la demanda que conlleve a un freno en la escalada de precios que aplican las empresas se contradice con la posibilidad de vender a valores internacionales cualquier excedente que la contracción del consumo interno pueda generar.

Esto implica un techo al consumo para los argentinos que podría bajar a valores imposibles de prever. A esto se suma el peso de los inversores que especulan con los contratos de las materias primas –en su mayoría agrícolas—que se ha disparado durante la última década y afecta a toda la cadena alimentaria. La altura del cielorraso entonces estará determinado por las regulaciones, tanto técnicas como de protección a su producción interna, que apliquen los países, y el ingreso en dólares que puedan recuperar los argentinos.
A diferencia de la desregulación del menemismo, modelo atesorado por Milei, los ingresos actualmente en moneda dura se encuentran muy por debajo de los del resto del mundo, a lo que se adiciona una demanda casi infinita para la Argentina de los países asiáticos, que compensaría las restricciones que países europeos y Estados Unidos podrían aplicar para evitar el dumping (ingreso de productos a valores por debajo del promedio global) en que recaería una economía abaratada como la que plantea el Gobierno de La Libertad Avanza. Sólo una represalia de China por las declaraciones de Milei, afirmando que su presidente Xi Jinping es un dictador, podría tener algún efecto en la demanda del gigante asiático, principal demandante de carne y soja argentinos; que se había disparado durante el macrismo.
A partir del decreto de necesidad y urgencia que comunicó el Gobierno se eliminan herramientas clave para evitar estos desbordes, se destacan la eliminación de la Ley de Abastecimiento y de los controles de precios, al tiempo que abre indiscriminadamente el flujo de exportaciones e importaciones. A esto se suma la derogación de la ley de tierras, que afectará principalmente a las economías regionales, donde su demanda está más ligada por el consumo interno que el externo. La desarticulación de los organismos de control sanitario podría contrabalancear una demanda infinita por los riesgos que puedan generar a la población del país demandante esa ausencia de regulación..
Con información de eldestapeweb.com